Mi API – Abel Fainstein

Haberme formado en su Instituto Angel Garma, y desde hace más de XNUMX años ser miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina está íntimamente vinculado a su condición de ser una sociedad componente de la IPA.

Convencido de que el diálogo entre colegas de distintas culturas y líneas teóricas hace a la formación contínua de un analista, me interesaba ser parte de una comunidad internacional de colegas que practican el psicoanálisis. Coincido con Bolognini que es el cuarto pilar de la formación y sostiene viva nuestra práctica. Es que como escribe Pontalis, el psicoanálisis es una “disciplina esencialmente migratoria, de un dialecto o lenguaje a otro, de un conocimiento a otro, de una cultura a otra. En esa capacidad migratoria, en la tolerancia al encuentro con el otro, la duda, la incerteza, descansa el corazón de la experiencia analítica. Aprender a migrar, la experiencia de hacerlo, estimula la reflexión y estimula el aprendizaje en la formación”.

El comienzo de mi actividad institucional fue lo que me permitió un contacto más cercano con lo que ello implica. Después de integrar distintas comisiones de mi sociedad, la Clinica en el Centro de Orientación comunitario, la Revista de Psicoanálisis, la comisión de Planificación Institucional, y de haber sido elegido presidente de la Comisión Directiva entre 2000 y 2004, tuve la experiencia de ser elegido presidente de la Federación Latinoamericana. En cada uno de esos lugares me beneficié del intercambio con colegas de distintas partes del mundo que en algunos casos derivó en afectuosas relaciones amistosas que se sostienen a lo largo de los años y me han permitido ser parte de proyectos internacionales, dentro y fuera de la IPA.

Haber sido invitado a ser parte de paneles internacionales en los sucesivos congresos, a participar de compilaciones de libros con colegas de distintas partes del mundo y a presentar mis ideas en distintas sociedades, es el corolario de este sostenido y placentero trabajo internacional más allá de colaborar con las sucesivas gestiones al frente de la IPA. Agradezco especialmente a Daniel Widlocher, Claudio Eizirik, Stefano Bolognini , Virginia Ungar y hoy a Harriet Wolfe, al igual que a Mónica Siedmann Armesto, Sergio Nick y Adriana Prengler el haberme permitido llevarlo a cabo con libertad.
 
La experiencia de haber sido Co-Chair por Latinoamérica del Comité de Programa Científico del Congreso de Río de Janeiro en 2005, y Chair del de Chicago 2009 fue en este sentido el producto de un largo trabajo clínico, teórico e institucional y resultó en una de las actividades más provechosas de cuantas pude llevar a cabo. Mapear los intereses de una comunidad de alrededor de diez mil personas por esos años, planificar las necesariamente acotadas actividades del congreso, incluir los temas más demandados pero también introducir temas que queríamos estimular su desarrollo, es una tarea apasionante . La desarrollé con los colegas que acompañé y me acompañaron en cada una de esas oportunidades. El trabajo conjunto con IPSO que nuclea los colegas en formación fue especialmente fructífero en cada una de esas oportunidades.  

A dichas experiencias debo sumar, a lo largo de los años, mi trabajo en la Casa de Delegados, CAPSA, en el Comité de Investigación, en el Comité de Temas Institucionales, en la Task Force de Relaciones IPA-APSA, como Representante Latinoamericano en el Board y en el Comité Ejecutivo de la IPA y actualmente como Asesor en el Diccionario Enciclopédico Interregional IRED. En cada una de ellas aprendí de mis colegas y logré un mejor conocimiento del movimiento psicoanalítico internacional que estimo mejoró mis condiciones para la clínica sobre la base de estimular una mente abierta a esa diversidad.  

Desarrollar lo que Bolognini llama “mentalidad IPA” exige un trabajo elaborativo que deje instrumentalmente de lado la pertenencia societaria y a la cultura psicoanalítica en las que uno se formó. Atravesar esas identificaciones es parte del trabajo analítico de cada uno y el estímulo que ofrece la IPA favorece ese atravesamiento. Paradójicamente algunos institutos limitan esa apertura y menoscaban de esa manera la formación que ofrecen. Vengo escribiendo al respecto en la última década. La conjunción de saber y poder institucional favorece los efectos dañinos de la psicología de las masas, especialmente en grupos institucionales poco numerosos. Es tarea de las nuevas generaciones estar advertidos de ese posible devenir y trabajar para evitarlo.

Como latinoamericano, debo decir sin embargo que superar la barrera idiomática es un desafío toda vez que el inglés es el idioma de trabajo aunque existen cuatro idiomas oficiales. Pienso que nuevas generaciones tienen en general un mejor dominio del mismo pero considero muy importante estimular entre los colegas más jóvenes entrenarse en su uso si les interesa el trabajo internacional.

Por otra parte, la pertenencia internacional suele ser onerosa para buena parte de los colegas de nuestra región por las diferencias de cambio. Exige un trabajo permanente estimularla y sostenerla para quienes ocupamos lugares de conducción y he trabajado para ello en cada uno de los lugares que ocupé en las diferentes organizaciones.

El Diccionario Enciclopédico Interregional es hoy mi foco de interés, colaborando con los sucesivos co-chairs regionales para su edición y mejor conocimiento en la región. Pienso que solo la IPA puede llevar adelante un proyecto de esa envergadura ya que al ser interregional lo hace único. Cada una de las entradas es editada por colegas de Europa, Latinoamérica y Norteamérica y al ser de acceso libre y gratuito democratiza el conocimiento de nuestra disciplina y facilita su uso en los programas universitarios de grado y postgrado. Actividades planificadas en conjunto con diferentes sociedades de la región han permitido un enorme crecimiento de los lectores latinoamericanos y han permitido poner en escena las distintas contribuciones para cada una de las entradas. Todo ello nos llena de satisfacción.

El trabajo institucional cuida de nuestras instituciones y en este caso de la IPA y necesitamos de esto para la transmisión del psicoanálisis. Ser psicoanalista supone una filiación y la activa pertenencia a la IPA creada por iniciativa de Sigmund Freud en 1910 nos lo permite a condición de poder atravesar la identificación imaginaria que supone. Es trabajo de análisis para cada analista y hacerlo con un analista de otra institución puede favorecerlo.

Finalmente, y por todo lo dicho, recomiendo especialmente a las nuevas generaciones de colegas una activa pertenencia a la IPA. La virtualidad que hemos aprendido a manejar en esta pandemia la facilita enormemente además de favorecer la formación e intercambio entre colegas.

Abel Fainstein