img: Noche de elecciones, John French Sloan, 1907


Reparando los Traumas Sociales de la Dictadura Chilena
Por qué solo el reconocimiento y la validación pueden sanar de verdad


El 11 de septiembre de 2023 se cumplirán cincuenta años del Golpe de Estado en mi país, Chile. Con las violaciones masivas a los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet se generó una traumática fractura social que aún no ha sido reparada. Lo traumático nos ha determinado profundamente como país y no se curará por completo sin un reconocimiento y validación genuinos del sufrimiento pasado.

En mi práctica clínica, durante muchos años he estado en contacto con personas que sufrieron como consecuencia del terrorismo de estado de la dictadura de Pinochet, en la segunda y tercera generación. 

Lo que entendemos a nivel individual como un estado disociado defensivo a consecuencia de un trauma recae inconscientemente, con vívida intensidad, sobre el vínculo terapéutico. Esto ocurre a través de puestas en escena creadas conjuntamente, entre paciente y analista. Escuchar historias de vida, intuir juntos aquellas que aún no tienen palabras, y darles un espacio en lo imaginable, con honestidad afectiva, validándonos unos a otros, ha sido el camino de la reparación mutua en psicoanálisis. De esta forma, la práctica del psicoanálisis puede ser sentida y experimentada como liberadora y constructiva.

Junto a muchos compañeros de mi país, pensamos que, para reparar los traumas sociales causados ​​por la dictadura, es necesario reconocer lo sucedido. Específicamente, debe haber un reconocimiento por parte de un sector de la sociedad de la brutalidad ejercida por los agentes del Estado de la dictadura contra la izquierda progresista.

El reconocimiento que se necesita va más allá de los esfuerzos del Informe Rettig (1991) y el Informe Valech I y II (2004 y 2011). Necesitamos un reconocimiento que incluya el cese de la negación o justificación de los crímenes ocurridos durante la dictadura. Y, sobre todo, el reconocimiento y validación de las diferentes experiencias de los supervivientes, así como de sus familiares de segunda y tercera generación. Sin el reconocimiento y validación de sus historias de vida, el trauma colectivo seguirá ejerciendo desde la sombra la energía telúrica que en un momento determinado se expresará como un terremoto social.

El 18 de octubre de 2019 comenzó un estallido social. Desde Santiago se extendió rápidamente a las principales ciudades del país. Un movimiento telúrico que eliminó los cimientos de una sociedad que crecía económicamente, pero cuya población, en su mayoría, estaba quedando al margen de los beneficios de ese crecimiento.

Casi un mes después, el 15 de noviembre de 2019, se firmó el Acuerdo de Paz entre diferentes partidos políticos, quienes se comprometieron a realizar reformas a la Constitución para realizar un plebiscito donde los ciudadanos decidirían si querían seguir regidos por la Constitución de 1980. Esa Constitución fue hecha por un grupo designado por el dictador Pinochet y ratificada en un plebiscito que no dio garantías democráticas: dictadura plena, inexistencia de registros electorales, partidos políticos prohibidos, y todo el aparato comunicacional en manos del régimen dictatorial. 

El 25 de octubre de 2020 se realizó el plebiscito. El resultado fue que el 78.8% de los votantes optó por una nueva Constitución, con un 79% que prefirió que todos los diputados que redactarían la nueva Constitución fueran elegidos y que hubiera criterios de paridad de género y escaños reservados para los pueblos indígenas. Luego, en mayo de 2021, los ciudadanos votaron por sus representantes para construir la nueva Constitución. 

El proceso constituyente sufrió un revés en septiembre de este año cuando los votantes rechazaron el borrador de la nueva Constitución. 

Un poco más de 13 millones de ciudadanos votaron, incluidos 5 millones de nuevos votantes. La opción "rechazo" ganó con un 61.86%. Los analistas políticos sugieren que los factores que influyeron en la derrota de la opción de "aprobar" incluyeron la desinformación, las noticias falsas y la desconexión del trabajo de la convención constituyente con la base ciudadana popular. 

Gabriel Boric Font, el Presidente más joven en la historia republicana de nuestro país, asumió la presidencia de la República el 11 de marzo del presente año, con el 56% de los votos. Representa a la coalición progresista “Apruebo Dignidad”, integrada por el Frente Amplio y el Partido Comunista, cuyo Programa de Gobierno recogió las más sentidas demandas de la población durante la revuelta social. Es conocida la preocupación del Presidente por la salud mental de la población, y ha destinado más recursos a su manejo y tratamiento.

El Gobierno del Presidente Boric está trabajando junto con los presidentes de la Cámara de Diputados y Senadores, así como con representantes de los partidos políticos, para acordar cuándo y cómo continuará el proceso constituyente.

Si bien el proceso político que se está desarrollando presenta muchas señales esperanzadoras, debemos aprender de lo que el psicoanálisis nos enseña sobre el trauma. Como sociedad, debemos enfrentar abiertamente el pasado de una manera que permita el debido reconocimiento y validación de puntos de vista que han permanecido silenciados durante demasiado tiempo.




Autor: Francisco Vásquez Ramírez
Francisco Vásquez Ramírez es médico psiquiatra formado en la Universidad de Chile y psicoanalista formado en la Asociación Psicoanalítica de Chile. Es miembro fundador de la Asociación Psicoanalítica de Santiago (APSAN), actual Grupo de Estudio de la API, y Vicepresidente de su Directorio. Es docente en varios seminarios de Analistas en Formación en el Instituto de Psicoanálisis APSAN. 








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