Img: Notas suicidas, Brice Marden (1972)

Mentes infantiles en la línea de fuego

Suicidio adolescente: actuar en la adolescencia
por Silvia Flechner 



El tránsito adolescente es un momento vulnerable. Las ideas e intentos de suicidio pueden acabar con la vida de un joven, justo cuando está empezando. Los pensamientos de muerte son característicamente frecuentes a lo largo de este período, mientras que el paso a la acción puede presentarse de diferentes maneras. A veces, con los suicidios de adolescentes, no nos queda otra explicación satisfactoria que la desesperanza y la búsqueda de cierta paz en un final irreversible.  

Las tentativas o el suicidio en adolescentes expresan una forma extrema de actuar, tanto del paciente como del analista. Estos gestos e intentos impregnan al analista de inevitable sufrimiento e impotencia.

Morir es parte de la vida. ¿Sabemos los humanos qué hacer o qué decir ante la muerte? Se vuelve dolorosamente cruel, incomprensible e inmanejable cuando se trata de la muerte de un adolescente. Cientos de miles de jóvenes no han sido capaces de enfrentarse a la vida, optando por evitar el oscuro y abrumador dolor y sufrimiento de un psiquismo y un cuerpo en constante cambio, donde las bases narcisistas aún no están suficientemente aseguradas.

La adolescencia es una época de profundos cambios psíquicos. Es, por un lado, un tiempo de duelo, que implica la pérdida de la infancia y del cuerpo infantil, así como la caída y el derrumbe de los padres infantiles idealizados. También anuncia la aparición de un cuerpo nuevo, desconocido, quizás muy diferente de lo esperado. Corresponde además a la época de las pasiones más intensas, donde todo parece jugarse en un solo instante: la vida, el amor, el sexo, el deseo, las crisis, la inquietud, el hastío, la depresión, el odio, la agresión, la violencia y también la muerte. .

Se activarán aquellas situaciones que han impedido el proceso de subjetivación, atrapando al adolescente en la arcaica relación madre-bebé e impidiéndole madurar. En tal encierro psíquico, atacan su pensamiento y así evitan su inclusión en el grupo de pares y su entrada en la edad adulta. A medida que se reavivan los primeros traumas, se debilita la transición a la adolescencia. 

F. Ladame (1981)[1] destaca los fracasos tempranos en la interiorización de los objetos originales, observando en el adolescente suicida una angustia de separación y una intensa angustia persecutoria. Esto produce un ascenso vertiginoso de angustia que es cada vez más invasivo y que muchas veces se desborda a un nivel puramente somático.

Este desbordamiento excesivo de la realidad interna puede llevar al adolescente a la acción suicida, invirtiendo así el movimiento pulsional sobre la propia persona (Chabert 2000) [2] . Los movimientos de odio dirigidos hacia los objetos parentales se invierten y se vuelven hacia uno mismo.

Pueden aparecer numerosas situaciones enmascaradas, escondiendo un problema depresivo ligado a la reactivación de conflictos infantiles bajo los efectos de la pubertad y la adolescencia. La pérdida del yo del niño, de los padres de la infancia y del cuerpo del niño puede provocar síntomas como trastornos alimentarios, anorexia, bulimia, drogadicción, alcoholismo, agresividad y violencia.

Las sociedades occidentales actuales viven en rápida y permanente transformación, con las consiguientes situaciones de anomia. Cassorla (2019) [3]. En tales sociedades hay pérdida de referencias, falta de cohesión social y figuras de identificación confusas. Hay una sensación de inseguridad y amenaza, y se producen algunos suicidios anómicos.

Nos encontramos en un mundo pospandémico asustado y turbulento. El efecto de la pandemia en la salud mental de los adolescentes ha sido feroz; las consultas se han multiplicado en todo el mundo y los sistemas de salud mental no han logrado abordar adecuadamente este inmenso sufrimiento. La incertidumbre socioeconómica y política es rampante. Cada vez somos más conscientes de las devastadoras desigualdades y la falta de protección de muchos. La tecnología invade nuestra vida cotidiana, generando un espectáculo perpetuo de distracción que obstruye el pensamiento.

¿Qué notamos con los adolescentes? Vemos una insuficiencia de la represión en su tránsito. Muchos están en situaciones extremas de odio hacia ellos mismos, sus cuerpos sexualizados y sus padres. Las situaciones de desbordamiento narcisista generan relaciones destructivas y violentas con uno mismo o con los demás.

La muerte simbólica y la real parecen entrelazarse durante la adolescencia. Mientras la muerte simbólica implica un cambio radical que dramatiza el conflicto propio de este período, entre viejos lazos y una nueva identidad, la búsqueda de la muerte real, por el contrario, lleva a cabo un proyecto diferente. Es un camino sin retorno, la aniquilación de la mente.

Hay adolescentes por los que no se puede hacer nada; otros nos permiten contactar con su dolor mental, incluso diciéndonos que la muerte es su único medio para silenciar al enemigo interno que los atormenta. La muerte también produce cierta fascinación por su carácter incognoscible e impensable. El acto suicida nos expone al misterio de la vida y la muerte, del origen y el fin. También nos sensibiliza sobre nuestros límites frente a lo incomprensible.

 

[1] Ladame, F. 1981 1981 Las tentativas de suicidio de los adolescentes Paris, Masson
[2] Chabert, C (2000) “Le passage á l'acte, une tentative de figuration” Adolescencia, Monographie, ISAP, 2000 
[3] Cassorla, R. (2019) Suicidio. En busca del objeto idealizado. Revista Brasilera de Psicoanálisis vol. 53, n.4 pág. 55


Escrito por:
Silvia Flechner es miembro de pleno derecho de la IPA. Miembro de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay. Presidente del Comité de Publicaciones.







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