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Mi API: Constanza Aranguren Rodríguez

Esta invitación a compartir mis pensamientos sobre mi propio proceso de reubicación me permitió percibir claramente algo que es bastante obvio pero que de alguna manera permanece oculto: migrar es nuestro destino inexorable como seres humanos. Los psicoanalistas estamos acostumbrados a pensar el desarrollo humano en términos de un viaje que nos permite migrar de las pulsiones a los gestos y de los gestos a las palabras. Sabemos que todos comenzamos nuestro viaje como bebés, luego migramos a la niñez, la adolescencia, la juventud y terminamos como adultos mayores. Y, si tenemos la suerte de tener una relación saludable y vívida con nosotros mismos a lo largo de nuestra vida, entonces podríamos haber encontrado nuestras propias formas creativas de volver (con mucho más ímpetu y menos miedo) al bebé, al infante, al niño. , el adolescente y el joven que fuimos.  
 
Crecemos en el proceso de vivir y al hacerlo llegamos a nuevas etapas de nuestro propio yo: conquistamos nuevos territorios, podemos huir de viejos sentimientos de culpa, llegamos a puerto seguro, a veces incluso podemos quemar puentes y, en otras ocasiones construimos otros nuevos. Migramos por esa tensión poética que late en nuestra alma; somos como árboles necesitados de echar raíces y somos también jinetes de paso.
 
Para superar el miedo de haber puesto en riesgo mi parte más frágil cuando decidí migrar, así como el miedo a desvanecerme o desaparecer en el vacío, siempre he necesitado de los demás. Otros que pudieron tenerme en su mente cuando ya no estaba en el mismo lugar, y otros que pudieron hacerme un espacio en su mente cuando llegué a un nuevo lugar. En retrospectiva, sé que he sido extraordinariamente afortunado de haber emigrado como miembro de la IPA. Mis viejos amigos y colegas en mi propio país han reservado un espacio para mí y, durante este proceso continuo para establecer mis pies en una nueva ciudad, nuevos amigos, nuevos colegas que han estado ansiosos por escucharme, me han tenido muy en cuenta. conmigo, para compartir sus propias experiencias conmigo y que a su manera han reconocido mi necesidad humana de pertenecer a una comunidad más grande.  
 
A pesar de lo disruptiva que ha sido mi propia migración en ciertos momentos, el Comité de Emigración y Reubicación de Psicoanalistas de la IPA me ha ofrecido la posibilidad de migrar sin perder el sentimiento de continuidad. De hecho, este comité ha jugado un papel importante en mi propia experiencia de reubicación. Gracias a ella, migrar ha sido una enriquecedora oportunidad de crecimiento personal y profesional. Me dio un lugar al que pertenezco, así como la posibilidad de seguir andando mi propio camino. Ha sido una prueba conmovedora de que “ningún hombre es una isla”, como dicen aquí en Glasgow, mi nuevo 'terroir'.
 
Constanza Aranguren Rodriguez
Sociedad Psicoanalítica Colombiana (Miembro de Tiempo Completo)
Sociedad Psicoanalítica Británica (Miembro Invitado)

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